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martes, 2 de marzo de 2010

El turismo de interior


El turismo de interior es el reencuentro del hombre que sale de su tierra y se encuentra conviviendo con los que viven y trabajan en el destino elegido para pasar unos días de asueto, en contraposición del vacacionista, que toma sus vacaciones con prisas, con deseos de gozar, sin un encuentro real con las personas que habitan el lugar donde teóricamente descansa. La palabra vacacionista la he tomado de un antiguo presidente de la Asociación Hotelera de la Playa de Palma, en Mallorca, que veía como sus numerosos clientes sólo querían tomar el sol y su ruta diaria era hotel-playa-discoteca.

Por el contrario el turista que realiza viajes por el interior de España -me gusta más el concepto noble de viajero- busca reencontrarse con lo autóctono, lo propio, lo auténtico, hallando, de alguna manera, paisajes limpios, bien conservados, propios de muchas partes del interior del país. Este modelo de turismo, redistribuye la riqueza, conserva el paisaje y supera la estacionalidad del típico veraneo.

El turismo de interior tiene además muchas otras ventajas: Rehabilita los edificios singulares o populares, de esta manera se consigue recuperar la arquitectura autóctona y adaptada al medio; ofrece en sus restaurantes, por lo general, productos locales a través de la gastronomía típica del lugar. El trato con el cliente es más directo y personalizado, un trato mucho más humano. En resumen, el turismo de i
nterior apoya la economía local de base.

Los productos del turismo de interior – aún menos elaborados que los de sol y playa- ponen a disposición del viajero todos sus recursos disponibles: Patrimonio histórico artístico, la naturaleza misma, ofertando cada vez mejores lugares para realizar turismo rural complementando en muchas ocasiones con el turismo activo.


En la foto, el castillo de Herrera del Duque (Comarca de La Siberia. Badajoz)

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