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sábado, 23 de enero de 2010

Mi visión turística de Extremadura

Acaba de concluir la Feria Internacional de Turismo FITUR y en la que he colaborado con un artículo publicado en la revista que cada año publica las emisoras COPE de Extremadura

Si yo fuera en Extremadura un viajero propondría qué es lo que querría ver y conocer. Un viajero -que es una palabra más noble que la de simple turista- quiere conocer la sociedad que visita. Si fuera de paso tendría que ver las grandes ciudades de esta región, tan olvidada para muchos y tan reconocida ahora por sus grandes valores, todavía muy ocultos.

Bien es verdad que con los sistemas actuales que hoy tenemos: TV, videos, Dvd’s, internet, Google, Skype… podemos conocer los elementos necesarios para visitar un territorio, lo que los técnicos llamas destinos turísticos, pero hay mucho más detrás de esas palabras: Allí hay vidas, formas de ser, paisajes inolvidables, comidas exquisitas o fiestas populares.

El viajero ha de recorrer ahora la región y meterse, por poner sólo un ejemplo, en las fiestas santantoneras de Navalvillar de Pela, Brozas, o Garrovillas de Alconétar, sin olvidarse las populares de San Sebastián en Acehúhe o Hinojal, sin olvidarse del Jarramplas en Piornal. Ya sé que a lo largo del año hay muchísimas más, pero por citar sólo las primeras.

Claro que Extremadura no son sólo fiestas, sino grandes centros históricos que merece la pena recorrer a pie, tranquila y sosegadamente, viendo para la vida del lugar. Si he de ser sincero, yo cada vez que puedo – y eso que me lo conozco bien- me meto en la ciudad antigua de Cáceres sólo y sólo por el gusto de patearla, sea en invierno o en el cálido – y a veces tórrido- verano. Como me meto en Mérida para transitar por sus piedras romanas y me transportan, cerrando los ojos, al gran imperio latino.

No puedo por menos que citar Alcántara donde también en verano se programa un festival de teatro clásico español allá en el conventual de San Benito, donde duelen los oídos de escuchar las espadas de los frailes guerreros de la antigua orden militar. Y me desplazo a Hervás para escuchar a los judíos y a Hornachos, en Badajoz, para sentir el lamento de los moriscos que hace ahora 400 años fueron expulsados del territorio español, o me dejo llevar por la dulce cadencia de la fala dela Sierra de Gata, que no es ni el gallego antiguo ni el portugués de la dulce Olivenza, o el trasunto americano de Trujillo.

Sé que me faltan muchas villas y lugares pero Extremadura es amplia. Sólo la Vía de la Plata, camino de Santiago mudéjar, la vertebra de sur a norte por lo que ahora llaman Alba Plata. Hágame el favor de recorrerla. ¿Qué usted es extremeño y no la conoce? Pero por Dios, sea usted un buen extremeño y conozca su propia tierra antes de irse a otros territorios que sí que serán bonitos pero que no tienen el cariño con que se muestra la tierra madre de uno.
Y Extremadura no son sólo monumentos, es también naturaleza en sus parques, en sus dehesas repletas de cochinos ibéricos, de ovejas merinas o de vacuno de blanca cacereña. No hay que olvidar la joya de la ornitología española. El Parque Nacional de Monfragüe, verdadero templo de veneración para los amantes de los pájaros, o el recién declarado Parque Natural del Tajo Internacional.
Y qué decir de la gastronomía de nuestra tierra. Ahora han estado por Extremadura 70 periodistas de turismo de toda España en su congreso nacional. Han probado las exquisiteces de nuestra tierra, concretadas en el jamón ibérico Dehesa de Extremadura, las tortas del Casas y de la Serena y en el vino de la denominación de Origen Ribera del Guadiana. Hay que saborear los buenos condimentos tratados por los excelentes maestros de la cocina profesional, peor no quiero dejar de mencionar aquí las buenas manos de tantas madres y abuelas con sus guisos caseros.

Sé que es muy difícil meter en un artículo periodístico todo lo que es y significa para el viajero el turismo en Extremadura. Sólo le pido una cosa a todo el que lea esto: Hágame caso, venga a Extremadura y si es de la tierra, vaya por otras comarcas que no conozca. Extremadura es preciosa por muchos sitios; tiene una cocina por descubrir y unos paisajes y unos paisanos que son encantadores. Sencillamente y llanamente, no se lo digo más: Venga a Extremadura; me lo agradecerá.

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